La inteligencia emocional es la capacidad para reconocer sentimientos propios y ajenos, así como la habilidad para manejarlos.
Aprender a navegar en el mundo de las emociones, logrando mayor “sintonía” con el propio mundo afectivo y el de las demás personas, enriquece la vida personal así como las relaciones interpersonales.
Goleman (1995), señala que el nivel emocional tiene un alto poder sobre nuestros pensamientos y por ende, sobre nuestro comportamiento, es decir, que el éxito en la vida, tanto profesional como personal, no está determinado por el nivel de inteligencia entendida tradicionalmente, sino por diversas habilidades que definen a la inteligencia emocional, la cual se clasifican en dos modalidades: inteligencia intrapersonal (ámbito emocional) e inteligencia interpersonal (ámbito social).
La inteligencia intrapersonal es aquella capacidad de conocer y manejar el estado emocional de la persona; es la capacidad de conocer con realismo cómo somos, qué queremos, entender cabalmente cuáles son nuestras prioridades y anhelos, para así actuar en consecuencia. Las personas con un alto grado de inteligencia intrapersonal pueden entender por qué siente o piensa tal o cual cosa y actuar en consecuencia; permite comprenderse mejor y trabajar con uno mismo.
Mientras que la inteligencia interpersonal es la capacidad de liderazgo, la aptitud para relacionarse, mantener amistades y solucionar problemas sociales.
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